Invertir en amistad cuesta poco, una llamada..., algo que diga a la persona en cuestión que nos acordamos de ella, simplemente por amistad.
En esta ocasión, ya que por motivos laborales tenía que ir cerca de donde "vivía" mi amigo el Fauno, fui a visitarle. Sabía que lo había pasado mal, sobre todo por las inclemencias del duro invierno.
Pero cuando le vi, no me dijo nada, tampoco hacía falta, allí estaba, duro como roca, vigilando su trozo de jardín, pero eso sí, cruzando miradas complices con su compañera del otro rincón.
Sólo se oía el ocasional crujido de la nieve que deshelaba de los arboles y lejos las voces de niños de una excursión. Estaba claro: yo allí sobraba, así que seguí paseando por la orilla de los estanques.
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